Friday, May 12, 2006

NACIONALIZACIÓN DE LOS HIDROCARBUROS EN BOLIVIA: ALGUNOS DATOS, CIFRAS Y PENSAMIENTOS


Opinión:

RIESGOS INEVITABLES

Diario Yucatán de México (www.yucatan.com.mx)

Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales, integrantes de un nuevo eje de poder latinoamericano, son étnicamente de compatibilidad perfecta. El presidente cubano es euro-blanco; su par venezolano, afro-mestizo, y el líder boliviano, convincentemente indígena, que quiere decir indio. Entre los tres cubren la procedencia racial de la inmensa mayoría de los habitantes de América Latina.
Y aunque ese eje no promueve una visión racial o etnicista del espacio americano, ese apoderamiento que Evo Morales pretende de unas masas compuestas mucho más de súbditos que de agentes de la cosa política sólo podrá hacerse realidad con un cambio radical de la relación entre las razas. Ello entraña profundas revisiones del sentimiento de identidad de esos mismos países y sus relaciones con el resto del mundo. Y, sobre todo, con España.
Los intelectuales latinoamericanos, blancos en su enorme mayoría y, en general, asimilables a algún tipo de izquierda, en gran número de foros sobre el futuro de la región niegan con tal unanimidad que haya el más mínimo componente racial en los movimientos de rectificación política, hoy en Bolivia, ayer en Venezuela y un día quizá en Perú y Ecuador, que sólo cabe deducir que les preocuparía mucho que así fuera.
Y es que la realidad se impone a cualquier ideología con arreglo a la cual se ordene la acción. En Bolivia, ese apoderamiento o transformación de una nación de indígenas y escuetas capas de población instaladas in situ únicamente durante los últimos siglos sólo es posible con una renovación profunda de lo que en otro tiempo se habría llamado el bloque dominante, y que la revolución postindustrial no ha hecho que desaparezca, en especial en América Latina. Eso se llama sustitución de una élite por otra, de un color por otro, o incluso si no hay que reemplazar a nadie, el número de los que habrán de sumarse para llevar a cabo ese reequilibrio implica el desapoderamiento del ethos antropológico y cultural que gobernaba hasta la fecha. Y esa sustitución, que se hizo en Cuba, pero básicamente sólo en el interior del segmento de población blanca; que apenas parece que haya comenzado en Venezuela, puesto que una cosa es el poder político y otra muy distinta el poder económico y social, es apenas un proyecto con inevitables riesgos traumáticos en Bolivia.
Y eso afecta a los intereses españoles, empezando por Repsol, pero a medio plazo a toda la política exterior española en el continente iberoamericano —designación que, por cierto, no emplea ninguno de los movimientos indígenas del mundo andino—.
Las relaciones del mundo occidental, particularmente de las antiguas naciones imperiales con sus ex demarcaciones coloniales van a cambiar mucho en el futuro. Entre el mundo árabe-islámico y sus pasados dominadores, el enfrentamiento se agudiza con esa criminal y contraproducente punta de lanza que es el terrorismo islamista; amplios sectores del África negra parece que aspiran hoy, muy diferentemente, a algún tipo de recolonización europea o transfusión masiva de Estado; una gran parte de lo que fue el Asia controlada por las potencias se halla cada día más, por el contrario, en competición directa por mercados y recursos primarios con sus ex metrópolis; y América Latina, por fin, sin que haya una línea dominante, comienza a exigir una o más redefiniciones de esa relación.
El pensamiento estático de Washington, que sigue obrando como si los patios traseros nunca pudieran dejar de serlo, se ha encontrado con que le han crecido los mestizos y los indígenas, y, asimismo, las potencias europeas, entre las que la primera interesada debería ser España, han de entender que la nacionalización de los hidrocarburos bolivianos es el primer paso de la revuelta indígena. El presidente Chirac, al que se considera universalmente un cadáver político, pero que no por ello se ha jubilado, acaba de instaurar el día de la esclavitud, la jornada en la que Francia y Europa recuerden la trata de negros y su responsabilidad en ella. España, igualmente, habría de empezar a pensar en ese etnicismo andino que se le viene, y al que, quizá, convenga un día presentar excusas.




EDITORIAL

TENSIÓN EURO-LATINA

El Comercio Digital de España (www.elcomerciodigital.com)

DIO comienzo ayer en Viena la IV Cumbre UE-América Latina, que reúne a los presidentes de 58 países de ambos continentes y coincide con un momento de cierta tensión tras el decreto de nacionalización de hidrocarburos promulgado sin negociación previa por el Gobierno de Evo Morales en Bolivia.
Las declaraciones realizadas nada más llegar a Viena por Morales, muy agresivas hacia España, al denunciar el incumplimiento de promesas de Zapatero sobre la condonación de la deuda y utilizar la demagogia del expolio no fueron la mejor preparación para la entrevista que mantendrán hoy ambos presidentes. Estas palabras no debieran extrapolarse ni influir negativamente en la relación bilateral, pero tampoco es posible echar en saco roto el tono de desafío y apremio que el nuevo Gobierno boliviano utiliza con el Ejecutivo socialista. Morales lanzó ayer su aviso a las empresas perjudicadas para que vayan despidiéndose de la mínima indemnización y simultáneamente relacionó las ayudas españolas y europeas con una supuesta deuda histórica de los últimos 500 años que habría que empezar a liquidar. El presidente Zapatero, sin perder un ápice de su talante, no debe dejar pasar la ocasión para reconducir en lo posible el tono de su amigo Evo. Después del fracaso de los intentos de impulsar una política económica neoliberal, las nuevas corrientes populistas apuntan hacia el otro lado del péndulo. Y precisamente en esta coyuntura puede ser determinante el papel de la UE a la hora de ayudar a esos países a encontrar un modelo que combine la integración social y política de minorías excluidas hasta ahora en Latioamérica sin necesidad de imponer requisitos arbitrarios siempre perjudiciales para la inversión extranjera.
La Unión Europea es un ejemplo para Latinoamérica por su capacidad de integración económica y cooperación entre sus miembros, algo de lo que está muy necesitado el continente americano. Asimismo es un actor de primer orden en las política de desarrollo en Latinoamérica -aunque muchas veces desmentida por su política agrícola- y una alternativa para muchos de sus ciudadanos, que buscan referentes culturales y políticos distintos a los de EE UU. La cumbre de Viena debería servir para al menos quedase claro cuáles son estos valores y a partir de qué condiciones de garantías jurídicas y de buen gobierno los europeos pueden involucrarse más en la región latinoamericana.




Opinión:

LA INQUIETANTE BOLIVIA

El Mostrador de España (www.elmostrador.cl)

Luego de la decisión del presidente Evo Morales de nacionalizar el sector de los hidrocarburos boliviano, en general los medios chilenos han “adornado” la noticia con adjetivos como “inquietante” o “preocupante”. Ante esta solapada campaña del terror —porque los periodistas deberían saber que al adjetivar le dan un enfoque a la noticia—, uno incluso podría creer que Bolivia está fabricando armas de destrucción masiva. Pero, no. Simplemente un presidente elegido con un mayoritario apoyo electoral cumplió un compromiso de campaña: ejercer la soberanía sobre las riquezas naturales de su nación. ¿A quién podría inquietar tal cosa?, ¿a quién podría preocupar?
En Chile, uno de los profundamente alarmados fue el canciller Alejandro Foxley. Para él, dicha nacionalización pone en jaque la integración regional —¡oh sorpresa!, era una prioridad para Chile— y el crecimiento económico de la región. No obstante, hay que tener en cuenta que Foxley es economista y además uno que declara abiertamente su admiración por el proyecto económico de Pinochet (ver mi columna del 17.11.05, donde se transcribe parte de una entrevista que Foxley concedió a Revista Cosas el 05.05.2000). Es decir, la impresentable opinión del canciller en tanto tal —de hecho la presidente tuvo que declarar que no es posible opinar sobre las decisiones soberanas de Bolivia—, se explica finalmente en que su “alma” de economista, y de economista neoliberal, fue más fuerte.
En primer lugar, no hay que gastar tinta en explicar que el modelo de desarrollo al que adscribe Foxley y la Concertación sigue las pautas del neoliberal Consenso de Washington de la década de los ‘80. Que no es otra cosa que una declaración de intenciones —o un recordatorio que intenta legitimarse con la palabra “consenso”—, sobre lo que ya se venía haciendo bajo la atenta dirección y mirada de Estados Unidos.
Por tales instrucciones, los gobiernos debían ser casi meros espectadores de lo productivo-comercial, dejando al libre mercado lo referente a la asignación de recursos, la acumulación de capital, el progreso tecnológico, etc. Dentro de ese esquema se debía privatizar todo lo que fuera posible por el dogma de que el estado es mal administrador, para capitalizar y porque nuestro subdesarrollo impediría explotar nuestras riquezas: mejor recibir migajas que nada. De esa forma, se desnacionalizó hasta lo que antaño se consideraron sectores estratégicos. Baste señalar el caso del agua en Chile (¡qué podría ser más estratégico!). El vender la casa propia para pagar un arriendo a la larga demostró lo obvio; los hechos siguen siendo porfiados. El Informe 2003 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo —UNCTAD, por sus siglas en inglés— señala que el crecimiento del PIB en América Latina fue apenas de un 3.3% en la última década del siglo XX. El seguir las directrices del Consenso de Washington tampoco solucionó los problemas que supuestamente se enfrentaban: inversión insuficiente para crecer y generar empleo, una planta productiva ineficiente y una balanza de comercial deficitaria.
Es decir, el temor de Foxley de que la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia afecte el crecimiento económico de la región se muestra infundado. Es meramente reflejo de su rígida doctrina que se niega a “ver” otras vías de desarrollo; ni siquiera las que antaño él mismo apoyaba. Para el canciller lo correcto es tropezar una y otra vez con la misma piedra: que el libre mercado arregle lo que el libre mercado provocó. El enfrentar diversos problemas con una sola respuesta asumida como verdad perenne no habla bien de su formación “científica” como economista y ni siquiera de su sentido común.
Bien sabemos que finalmente el problema es político. Por más que hoy se niegue, las decisiones económicas son fruto de una decisión política: son políticas económicas. Esa diferencia de enfoque es entre dos formas de concebir el desarrollo. Una cede a los grandes capitales los países, con su gente y sus recursos, a precio de liquidación y con inmejorables regalías (mientras los cómplices nativos nos convencen que es mejor que nada). La otra intenta tomar en sus propias manos su destino. Sabemos cual opción representa Foxley y cual Evo Morales.
Primero Venezuela y ahora Bolivia dan “mal ejemplo” a la región. Y ello puede ser “terrible” si Kichner y Lula se deciden a cortar de una vez con el neoliberalismo y fomentar una política de integración regional profunda. Si se conforma ese eje antineoliberal que se apoye mutuamente en base a una integración solidaria y no competitiva podemos esperar un cambio real, histórico. Ese cambio por supuesto que debería implicar la nacionalización de las riquezas de cada país —y más aún de los recursos estratégicos—, para que las ganancias se redistribuyan en forma justa al interior de cada nación. Pues, la nacionalización no es un mero fetiche; debe ser un medio. Medio que también incluye un reforzamiento de la autoestima e independencia nacional y regional.
Lo inquietante para algunos es ese nuevo escenario que en América Latina puede empezar a concretarse. Que sea exitoso y cunda el ejemplo es lo que preocupa a Foxley y a los intereses que representa. Su error fue olvidar que ahora es canciller y mostrar una vez más que tanto él, como en general los economistas neoliberales, ejercen la vocería de las transnacionales. Aunque veamos lo positivo, al menos no reconoció a un gobierno encabezado por el presidente de la patronal que había derrocado a uno democráticamente elegido...
Acciones valientes y comprometidas con su propio pueblo —no con las anónimas juntas de accionistas o los multimillonarios— como la del presidente Evo Morales, nos pueden llevar a recorrer otros caminos en América Latina. Una nueva ruta que altere la realidad que nos muestra el propio informe de la UNCTAD aquí citado (el cual nadie podría tildar de tendencioso) y asegure la anhelada independencia económica, base para avanzar hacia el bienestar sin exclusiones de la población.
Es de esperar que todos los actores implicados en sacar adelante un nuevo proyecto en Bolivia se porten a la altura y puedan estructurar una democracia de los consensos en torno a dicha meta. Pero de acuerdos en verdad democráticos (no de cúpulas) y que en verdad favorezcan al país. Porque muchos ojos esperanzados están puestos en ellos... también los de quienes les desean el fracaso y sin duda harán todo lo posible para provocarlo.
Eduardo Galeano decía que en América Latina lo normal es que “siempre se entregan los recursos en nombre de la falta de recursos”. Tal vez estamos ad portas de alterar esa vil y falaz “normalidad”. Ojalá. ¡Fuerza Bolivia!




Editorial:

LAS UTOPÍAS DE LA SABANA

A veces, en estos remotos parajes, nos llegan noticias de los pasos de Evo Morales en su propio camino a la utopía. En su caso, una utopía estatista y nacionalista, cuando no racista.


El Mercurio de Chile (www.emol.com)

A mitad camino entre Santa Cruz y San Javier, la primera misión jesuita que visitaremos en las sabanas tropicales de la Chiquitanía boliviana, hacemos una escala técnica. En el módico supermercado, nos arrebatamos en busca de refrescos y alimentos que atenúen el sofocante calor. Ojalá haya un manjar casero, pensamos, o un picolé, el sabroso pero escaso helado de leche de la zona. También compran allí dos hombres de aspecto nórdico, cuyos sombreros de fieltro y overoles azules con suspensores, los hacen parecer rústicos germanos del siglo XVIII. Son menonitas. En Bolivia viven su utopía arcaica: desprecian la electricidad y se desplazan en carretas de madera.
Estas sabanas parecen llamar a la utopía. Es lo que eran las misiones jesuitas. San Javier, Concepción, San Ignacio, Santa Ana: nuestro polvoriento bus nos llevará a todas ellas, para oír música. Es que en la Chiquitanía celebran un festival de música barroca, al que acuden conjuntos de todo el mundo, para tocar Vivaldi y Bach, pero también la música de las misiones, música descubierta en archivos carcomidos y polvorientos, mucha de ella compuesta por los mismos misioneros y sus otrora salvajes discípulos.
Los conciertos los dan en las iglesias de las misiones, iglesias barrocas grandes, anchas, de un decorado religioso alegre, que, a diferencia del barroco andino, parece querer evitar el dolor y hacer que los fieles se regocijen ante la gloria de Dios; iglesias cuyas pinturas florales evocan el barroco bávaro más que el español; iglesias acogedoras que dominan una gran plaza, circundada, en sus otros costados, por las casas de los indios que vivían allí. Al oír en esas iglesias una sonata o un maitén del archivo de Chiquitos, uno deja que vuele la imaginación, pensando en el singular aplomo con que unos pocos jesuitas, muchos de ellos bávaros, decidieron en el siglo XVIII establecer aquí, en plena sabana, una y otra Ciudad de Dios, con nada menos que indios salvajes como sus ciudadanos.
Como Fitzcarraldo en la película de Herzog, los jesuitas primero seducían a los indios con música: les tocaban el violín para amansarlos. Después les enseñaban a tocar e incluso a componer música, con instrumentos que ellos mismos fabricaban. Hijos del barroco de la Contrarreforma, los jesuitas usaron el arte en todas sus formas -música, danza, teatro, arquitectura, pintura, literatura- para propagar la fe, apostando a que era más expedito apelar a los sentidos de los indios que a su aptitud para el raciocinio teológico. Y con esas armas culturales, conjugadas con las del castigo (azote, cepo y, en el peor de los casos, expulsión, pero nunca pena de muerte), lograron que indios, criados en la libertad y el ocio, se sometieran a la ética del trabajo y a las disciplinas demandadas por la fe en un orden teocrático.
Hoy es fácil criticar y tildar de totalitaria una sociedad forjada en torno a propósitos monolíticos. Hoy objetaríamos la feroz imposición de una cultura tan ajena a los indios: ¡tenerlos encerrados en una iglesia con olor a incienso, cantando en latín, cuando hace poco corrían desnudos por la selva! Pero llama la atención que el peor castigo en la misión era ser expulsado de ella. Tan abominable no puede haber sido la vida allí.
A veces, en estos remotos parajes, nos llegan noticias de los pa-sos de Evo Morales en su propio camino a la utopía. En su caso, una utopía estatista y nacionalista, cuando no racista, construida con el dinero bolivariano de Chávez. Ojalá fuera benigna, como la de los jesuitas




Análisis:

NACIONALIZACIÓN DE LOS HIDROCARBUROS EN BOLIVIA: ALGUNOS DATOS, CIFRAS Y PENSAMIENTOS

Argenpress de Argentina (www.argenpress.info)

Por: Vicent Boix (especial para ARGENPRESS.info)

BoliviaEn el índice de desarrollo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, (1) Bolivia ocupaba el lugar 113 en el año 2005. España el 21. La esperanza de vida era de poco más de 64 años. España sobrepasaba los 79. El analfabetismo en adultos afectaba al 13,5% de la población del país sudamericano, mientras no alcanzaba el 3% en España. El número de médicos por cada 100.000 habitantes era de 73 en Bolivia, frente a los 320 de España, los 549 de Estados Unidos o los 591 de Cuba. Los partos atendidos por personal médico suponían el 65% del total en Bolivia, el 99% en Estados Unidos y Argentina, y el 100% en Cuba, Uruguay y Chile. La desnutrición afectaba al 21% de la población boliviana entre los años 2000-2002, mientras que este porcentaje era del 5% en México y 4% en Costa Rica. La tasa de mortalidad infantil en Bolivia era de 53 niños muertos por cada 1.000 nacimientos en el año 2003, frente a los 4 de España, los 6 de Cuba y los 7 de Estados Unidos.
El informe “Panorama Social” (2) de 2005, de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), descubría con datos del año 2002 que, entre un 20 y un 30% de la población boliviana no disfrutaba de una fuente adecuada de agua. Este mismo porcentaje era aplicable entre los jóvenes de más de 18 años, pero con menos de 5 en estudios. Más del 40% de la sociedad sufría hacinamiento, no poseía un sistema adecuado de eliminación de excrementos y el piso de sus casas era de tierra. Entre los niños de 7 a 12 años, más del 40% no acudían a ningún establecimiento educativo. Y entre el 30 y el 40% de la sociedad boliviana no tenía servicio sanitario ni electricidad.
En el año 2002 y según la misma fuente, (3) el 62,4% de la población estaba por debajo de la línea de la pobreza y un 37,1% era indigente, mientras la media del continente era de un 44 y un 19,4% respectivamente.Con datos del Banco Central de Bolivia, (4) la deuda externa en el año 2005 era de 4.961,6 millones de dólares. 300 millones más que en 1996. El PIB para 2004 era de 8.758 millones de dólares según el Instituto Nacional de Estadísticas. (5) Con datos de 2004, la deuda externa suponía más del 57% del PIB.
Esta caótica y desigual situación se ha traducido en numerosas movilizaciones que acabaron con los gobiernos de Sánchez de Lozada en el año 2003 y Carlos Mesa en el 2005. En esta coyuntura, Evo Morales gana las elecciones el diciembre de 2005 con un 54% de los votos.
Repsol – YPF
En información obtenida en su página web, (6) la multinacional hispano-argentina obtuvo unos beneficios netos de 3.120 millones de euros en 2005, gracias en parte a la subida de los precios del petróleo. Esto representó un incremento de un 29,4% respeto al 2004.
Según un informe de Intermon-Oxfam, (7) desde las privatizaciones y capitalizaciones de 1996, las empresas establecidas en Bolivia han reportado al gobierno regalías por valor del 18%, en aquellos campos que no estuvieron en producción antes de ese año (el 95% de las reservas actualmente). Este tributo es el más bajo de la región y según el Ministerio de Desarrollo Económico, las condiciones excesivamente favorables para las empresas impedirá al estado el ingreso de 3.152 millones de dólares entre 1996-2006. Cantidad equivalente al 63,5% de la deuda externa. De hecho, sólo las reservas de gas existentes permitirían pagar 13 veces la deuda externa y 130 la inversión pública anual.
Antes de 1996, la empresa estatal YPFB aportaba al Estado una media de 400 millones de dólares al año, es decir, más del 30% de la recaudación del Tesoro General Nacional (TGN). El 2001 esta cifra bajó a menos de 200 millones y a un 12% de los ingresos del TGN, a pesar del incremento de la producción experimentado. A nivel de REPSOL y según La Razón, la contribución en 2002 de la mayor empresa propiedad de la multinacional fue del 0,14% del TGN. De 2001 al 2002 este valor cayó en más de un 76%.
José María Vera Villacián, director de Estudios de Intermon-Oxfam, afirma en un artículo en Cinco Días que REPSOL tiene una posición dominante al mercado de los hidrocarburos bolivianos con un 30% del total del sector en el año 2001. Indica que directivos de la empresa han manifestado que por cada dólar invertido a Bolivia se han ganado 10, cuando la rentabilidad óptima en este sector puede ser de 1 a 5 e incluso de 1 a 3. Además, las privatizaciones iniciadas en 1996 a favor de las empresas extranjeras, han priorizado las exportaciones por lo cual la ciudadanía se ha visto obligada a comprar el gas a precios internacionales, que en muchos casos ha resultado prohibitivo para el sector más pobre de la sociedad.
Según este artículo, los puestos de trabajo creados son mínimos y las actividades de exploración y explotación han generado numerosos y graves impactos ambientales y sociales, al desarrollarse en parques naturales y tierras habitadas por poblaciones indígenas. La compensación a las comunidades locales por el daño infringido -en palabras de Vera Villacián- ha sido “…voluntaria, económicamente irrelevante, y los primeros análisis sobre la calidad del agua en estas zonas arrojan resultados preocupantes sobre su impacto en la salud”. (8)
Es tanto el olvido al medio ambiente, que Intermon-Oxfam ha denunciado que un Estudio de Evaluación de Impacto Ambiental, sobre una actividad dentro de un parque natural, estaba formado únicamente por 4 hojas. En otro lugar, el estudio lo hizo una consultora norteamericana copiando párrafos idénticos a otras evaluaciones. (9) La escasa preocupación en todo aquello ajeno al puro proceso productivo también ha derivado en consecuencias trágicas. Las organizaciones Equipo Nizkor y Derechos Human Rights informaron, en junio de 2005, sobre la muerte de dos personas que se quemaron en las cercanías de un pozo de REPSOL con posibles fugas de gas. (10) Todos estos datos, unidos al descubrimiento de un presunto caso de contrabando de petróleo, dan una idea mínima de la oscuridad y cómoda trayectoria empresarial en Bolivia de REPSOL y otras transnacionales.
Nacionalización y estalla el gallinero
En julio de 2004, más del 89% del la ciudadanía apoyó la nacionalización de los hidrocarburos mediante referéndum. El gobierno de Mesa miró a otro lado y la decisión no se aplicó nunca. En mayo de 2005, una nueva ley subió los diferentes impuestos a las empresas privadas, del 18% de antes al 50% y no en todos los campos. Esta postura resultó insuficiente para la sociedad civil, a pesar de que el Estado obtuvo 460 millones de dólares ese año.
La denominada nacionalización iniciada por Morales, pretende lograr para el estado el 82% de las utilidades en dos grandes pozos. El resto de campos continuarían con el 50% existente. Aparte ha nacionalizado algunas acciones para recuperar el control sobre algunas empresas capitalizadas 10 años atrás. Todas estas medidas están sometidas a posibles negociaciones entre las partes. En palabras del vicepresidente Alvaro García Linera, con esta nueva ley se pretende recaudar 300 millones de dólares extras, para sumar un total de 780 anuales. (11)
Mientras esto pasaba en Bolivia, en otros países saltaba la alarma. España ha encabezado un vergonzoso, helado y tergiversado ataque a nivel político y mediático. Hemos visto y leído a políticos de todos los colores, articulistas y tertulianos de mediodía, criticar a Morales en nombre de los intereses de España, cuando REPSOL es una empresa privada, que al igual que otras, ha obtenido buenos beneficios gracias al incremento del precio internacional del petróleo. La mayoría se aprietan el cinturón y ellos se llenan los bolsillos. REPSOL está formada por accionistas nacionales y extranjeros, y en todo caso, el gobierno está defendiendo los intereses de un microscópico porcentaje de españoles.
Que triste ha sido escuchar a Zapatero, Moratinos, Solana, Rajoy o algunas voces de la emisora de la Conferencia Episcopal. Socialistas unos y católicos los otros. Inmunes a la tragedia del pueble boliviano. Complacientes con el expolio de los recursos. Agresivos ante el ejercicio de soberanía y justicia de un pueblo masacrado, empobrecido y hambriento. Pocas veces se les ha visto señalar y desnudar la grave desigualdad y el comportamiento de las empresas transnacionales. Contrariamente tildan de populista a Morales y afirman que arruinará al país, como si el país no estuviera ya arruinado. Curioso país España, donde se acusa a Morales mientras se premia a la duquesa de Alba o a Bill Gates.
La CEPAL decía en su informe “Panorama Social” del año 2004 que “Mejorar la distribución del ingreso es un imperativo ético que, además, permitiría incrementar la tasa de crecimiento. La mala distribución del ingreso y, sobre todo, la mala distribución de la riqueza tienen consecuencias negativas…” (12) Morales ha dado el primer paso y el tiempo dirá el resto.




Opinión:

MORALES DA LAS «GRACIAS» AL GOBIERNO

Madrid Press de España (www.madridpress.com)

LA cuarta cumbre Unión Europea-América Latina tiene como elemento positivo que se haya podido celebrar en un país como Austria, que no forma parte del ámbito de lengua española o portuguesa, lo que consolida este diálogo transatlántico que interesa especialmente a España. Pero esos beneficios tendrán que esperar a que el Gobierno español sea capaz de articular una política coherente y razonable, que sustituya su actual deriva irresponsable en una de las ramas más primordiales de nuestra política exterior.
Las humillantes declaraciones hacia España que realizó ayer el presidente de Bolivia, Evo Morales, son la desagradable constatación de la cosecha que le toca recoger al Gobierno tras su decisión de optar por apoyar activamente las posiciones políticas que van en contra de los intereses de España y que perjudican el encaje de los iberoamericanos en el mundo. La diferencia a favor del imprudente líder boliviano es que al menos Morales es impecablemente consecuente con sus posiciones (por equivocadas, nocivas y trasnochadas que puedan ser), mientras que el Gobierno español se ha quedado prisionero de su propia retórica vacía: no ha logrado protección para los intereses económicos españoles y ahora aún le reprochan que no cumpliera las promesas de doblar su ayuda económica y perdonar la deuda.
En Iberoamérica, hasta ahora, el Gobierno no ha hecho más que remar en la dirección contraria del sentido común: ha promovido una política que da la espalda a los demócratas en Cuba, mientras Castro pagaba el gesto aumentando la represión; ha querido buscar la complicidad de Hugo Chávez y este ha puesto en peligro la industria militar española, y, finalmente, quiso la sonrisa del protoindigenista boliviano y este le ha respondido con el mayor desprecio.
Iberoamérica atraviesa en estos momentos una situación muy delicada. La Comunidad Andina está a punto de saltar en pedazos como primer resultado de la política de Chávez, que encabeza junto a Fidel Castro una cruzada contra los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. Ni Chávez ni Morales ocultan sus intenciones de hacer lo posible para utilizar sus recursos energéticos como arma de presión política. Tarde o temprano, también la Unión Europea (y España con ella) se verá involucrada en la misma discusión esencial que ya se da en cuanto al tipo de relaciones económicas con Estados Unidos. Es posible que en esta cumbre de Viena todavía sea posible disimular estas gravísimas tensiones, pero sin duda llegará un momento en el que, si España quiere tener algo que decir en el futuro de toda la región, no podrá seguir ignorando esta situación ni quedarse anclada escuchando la demagogia perniciosa que defienden los que ha elegido como principales aliados.

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